Infancia y juventud
Sus padres fueron Alfonso Storni y Paulina Martignoni, quienes junto a sus hermanos mayores, María y Romero, llegaron a la provincia de San Juan desde Lugano, Suiza, en 1880. Fundaron una pequeña empresa familiar, y años después, las botellas de cerveza etiquetadas «Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía», comenzaron a circular por toda la región.
En 1891 la familia viajó a Suiza quedando en la provincia algunos hermanos y en 1892, el 22 de mayo, nació ella en Sala Capriasca siendo la tercera hija del matrimonio Storni-Martignoni. Su padre, un hombre «melancólico y raro»,[11] fue quien eligió el nombre. Años más tarde, Alfonsina le diría a su amigo Fermín Estrella Gutiérrez: «me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo». Hay otras versiones que indican que nació el 22 de mayo pero la registraron el 29 y otras que afirman que nació en un barco en altamar. Fue bautizada en la parroquia de Tesserete, lugar en el que actualmente se puede leer en el margen del acta de bautismo una inscripción realizada por el sacerdote Osvaldo Crivelli que dice Grande poetesa morta al mar della Plata.
Alfonsina aprendió a hablar en italiano, y en 1896 regresó a San Juan, de donde son sus primeros recuerdos.
Estoy en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta.
Su madre la anotó en el jardín de infantes, donde se la recuerda como una chica curiosa y que hacía muchas preguntas, imaginaba mucho y mentía. Su madre tenía dificultades para enseñarle a decir la verdad. Inventaba incendios, robos, crímenes que nunca aparecían en los policiales de los periódicos, metía a su familia en líos y en una oportunidad invitó a sus docentes a pasar las vacaciones a una quinta imaginaria en las periferias de la ciudad.
El recuerdo de su padre lo reflejó en el poema A mi padre, el cual se basa en la actitud melancólica del señor que en esa época promediaba los treinta años, y en otro recita:
Que por días enteros, vagabundo y huraño no volvía a la casa, y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.
Si bien la imagen del padre tiene matices melancólicos, la de la madre refleja tristeza oculta que muestra, a su vez, la marca de la resignación femenina. De ella escribió:
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna....Ah, bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
De mi casa materna....Ah, bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Se supone que esta descripción de la madre corresponde a la época que precedió la mudanza a Rosario y a los años posteriores que fueron difíciles. En 1900 nació Hildo Alberto, el último hermano, a quien tuvo que proteger.
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