Horacio Quiroga le recomendó en una carta a José María Delgado viajar a Buenos Aires para conocer a Alfonsina y conversar sobre su poesía; además, comenzó a concurrir al cine con Alfonsina y los hijos de ambos y en una oportunidad en una reunión en una casa de la calle Tronador, donde se reunían los escritores de la época, jugaron a las prendas, consistiendo en que Alfonsina y Horacio debían besar al mismo tiempo las caras de un reloj de cadena que sostenía Horacio. Éste rápidamente retiró el reloj en el momento que Alfonsina se aproximaba a sus labios terminando en un beso, episodio que no le causó mucha gracia a su madre, quien se encontraba presente.
Quiroga la mencionó frecuentemente en sus cartas entre los años 1919 y 1922 pero no se sabe a ciencia cierta la duración y el tenor de la relación. La mención del escritor la destaca en un grupo donde no había otras escritoras. En sus misivas a su amigo José María la menciona con respeto por su obra y la trata como su igual y en un aviso que el grupo Anaconda viajaba a Montevideo la lista la encabeza Alfonsina sin el apellido, una demostración de la confianza mutua. Por otra parte, en un aviso del 11 de mayo de 1922 de una visita para días posteriores, anunció que viajaría con sus hijos y con ella y proponía comer todos juntos. Además, Emir Rodríguez Monegal, biógrafo de Quiroga, testimonió el relato de Emilio Oribe, poeta uruguayo que dijo que Quiroga esperó a Alfonsina a la salida de unas conferencias que dio en la Universidad posiblemente sobre la poesía de Delmira Agustini. Quiroga no quiso asistir a este evento pero la esperó a Alfonsina a la salida; ella apareció cubierta de un sombrero de paja que sorprendió a los habitantes del barrio cercano al puerto.
Alfonsina acompañaba a Quiroga al cine, a las tertulias literarias y a escuchar música: a los dos les gustaba Wagner. Frecuentemente viajaron a Montevideo y se tomaron fotografías, donde aparecen alegres. Los viajes se realizaron porque Quiroga fue adscripto del Consulado uruguayo y siempre lo hacía acompañado de intelectuales femeninas.
Cuando Quiroga viajó a Misiones en 1925 ella no lo acompañó por recomendación de Benito Quinquela Martín, quien le dijo «¿Con ese loco? ¡No!». De esa forma el escritor viajó solo a San Ignacio, dejando su departamento al uruguayo Enrique Amorim. En esa vivienda Alfonsina se presentó en una oportunidad para solicitar noticias de Quiroga, que no escribía Este viaje duró un año y a su regreso Quiroga restableció la amistad con Alfonsina tras una reunión en una casa que había alquilado en Vicente López, donde se leyeron sus creaciones y, más tarde, salieron al cine y a varios conciertos ofrecidos por la sociedad Wagneriana.
Esta relación finalizó en 1927, cuando el escritor conoció a María Elena Bravo y contrajo su segundo matrimonio. Nunca se supo si él y Alfonsina fueron amantes, ya que no abordaban el tema del amor como tales. Sí se sabe que ella apreciaba a Quiroga como un amigo que la comprendía y que le dedicó un poema cuando él se suicidó, diez años más tarde, que presagia su propio final.
- Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
- Y así como en tus cuentos, no está mal;
- Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
- Allá dirán.
- Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
- Que a las espaldas va.
- Bebiste bien, que luego sonreías...
- Allá dirán.
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